One day, one drink [Libre]

Contratado, había sido contratado por aquel creador de este enigmático mundo. Solo Dios sabía lo que se tenía planeado aquel hombre, si es que en verdad era un hombre. Para él, no era más que un maldito demente, pero a los ojos de otros era el mismísimo demonio. Odiaba admitirlo pero, era uno de los seres más poderosos en el mundo; incluso, podía ser más poderoso que el mismo. ¿Más poderoso que la muerte? Era absurdo. Pero todo en aquel lugar sobrepasaba incluso lo absurdo. Sus ojos se posaron sobre una mesa vacía en la orilla de aquel bar, donde las paredes pedían a gritos ser demolidas. Bueno, tal vez no deberían esperar más. Por lo general, su simple visita parecía augurar desgracia, muerte y destrucción. ¿Quién podía culparlo? Después de todo, él era la muerte.

¿Le ofrezco algo, señor gélido? –Dijo una voz servicial. Giro su cabeza en la dirección de donde provenía aquella voz, y tan pronto sus ojos hicieron contacto, este simplemente sonrió.

Bueno, ya que estamos aquí; dame un poco de vodka. La mezcla que sea de tu elección –Aquel sujeto solo sonrió y sin decir más, se retiró de aquel lugar, con el rostro incorruptible. En aquel lugar la muerte rondaba día tras día. No era de esperarse que la gente actuara de esa manera tan pasiva en su presencia. Se habían acostumbrado a las repentinas muertes, al intenso frío que emanaba de sus sepulcrales y esqueléticos dedos. Pero sobre todo, se habían acostumbrado a la seguridad que les había proporcionado aquel ser. Había sido contratado para dar casa a los capos; y ¡Vaya que si hacia su trabajo!

Se había preguntado tantas veces en encontrar a aquella persona que hizo de su vida un infierno, formulaba tantas torturas y castigos y al final ningunos de aquellos valía la pena para un ser tan repugnante. Demasiado sufrimiento y rencor para sentir un poco de felicidad, Todo había dado un giro imprevisto ante sus ojos debía controlar sus emociones por que sabía el riesgo que ella corría y los que la rodeaba, por eso llamada ''maldición'' a el gran poder que descansaba dentro de ella.

Al fin un día libre en el que poder dejar a un lado todo tipo de  sus responsabilidades, El agua caliente estaba logrando destensar los músculos de su cuerpo, aliviar la tensión acumulada en los últimos días, no le tomo mucho tiempo terminar y dirigirse hacia el armario. No tenía un lugar indicado a donde ir. Tomo un vestido de un color rojo, y claro sangriento, Un corte en la pierna que dejaba a la vista lo formado de su cuerpo y unos zapatos que hacían juego, dejando caer en cascada su larga cabellera roja, finalmente optó por colocarse unos lentes negros los cuales ocultaban esos ojos asesinos. Estaba a punto de irse cuando una sensación recorrió su cuerpo, había olvidado una de sus armas, al final no logró entender que necesitaba.

Luego de unas horas, finalmente llegó a un lugar que era muy parecido a una ''taberna'', lo pensó varias veces y entro resonando sus tacones, era una forma de anunciar su llegada, quienes se encontraban allí empezaban a sorprenderse, la pelirroja solo se percataba de mirar hacía ambos lados, con sus labios en línea recta, sin mostrar emoción alguna. Se acerco a la barra de aquel lugar, apoyando sus codos sobre esta, sus gustos hacía las bebidas eran exquisitos — Champagne — fueron las únicas palabras que salieron de su boca, suspiro suavemente, dejando que la música que ya contagiaba a todo el lugar, complaciera sus sentidos auditivos, nuevamente regreso un hombro esta vez con una copa, la cual tomo en sus manos, mojando sus labios del licor antes de poder continuar.

Trago tras trago su mirada se iba perdiendo en el vacío de aquel vaso. Nada había divertido a aquel ser en esos días. Nada había perturbado el orden, nada le había hecho saciar su sed de destrucción. Parecía que la ciudad comenzaba a cambiar en verdad.- Bueno, tal vez sea el fin de mi contrato –Se dijo a si mismo mientras pedía un trago más. Tan pronto el camarero tomo el vaso, su mirada se volvió hacia la puerta de aquel lugar. A él, no le parecía nada interesante lo que fuese que estuviese pasando ahí. Sus intenciones eran meramente diversión. Pero en esos días, no había tanta como lo había imaginado- Una semana difícil –Dijo antes de beber de un solo trago lo que aquel sujeto le había servido. Por el sonar de las pisadas, sabía que aquello que tanto distrajo al encargado, era una mujer. Bueno, eso o tal vez un sujeto muy afeminado.

La música comenzaba a tornarse aún más deleitable. Era una sinfonía que le deleitaba cada célula de su cuerpo, si a eso podría llamársele cuerpo. Era solo polvo, polvo cósmico unido en un solo ente inmortal. Pero era, un dios; el dios de la muerte. Y eso estaba bien, al menos para él. Easly, esa era la canción que sonaba en ese instante y la cual, hacia estremecer a aquel ser. Era tan seductora la tonada, tan atrapante la voz. Detestaba admitirlo pero los humanos hacían una hermosa música, un hermoso espectáculo y sobre todo, un gran ambiente. Esa era una de las razones por las cual amaba tanto México, por sus fiestas. Bueno, aparte de que una de ellas era dedicada especialmente a él.

¿Qué puede pasar en un sitio sin ley? ¿Qué puede pasar cuando eres uno de las mujeres más Peligrosa de ese lugar? Preguntas que Abbie no se hace, sino que más bien ella es la encargada de responderlas cada noche, puesto que es una mujer sin límites, sin imposiciones, sin pudores y ningún tipo de ataduras, cosa que no esconde, al contrario, busca siempre acentuar esa libertad que le proporciona haber entrado en su hábitat natural justamente cuando este se encontraba en su mejor momento. La adrenalina era algo que estaba dentro suyo. El ambiente dentro del lugar parecía muy caldeado, solo al entrar podía ver a todos aquellos jóvenes que intercambiaban pastillas de tal o cual droga.

Sentí cuando tocaron mi hombro, un escalofrío se apodero de mi, y contemple a un chico de gran estatura — Oye ¿ quieres bailar ? — Su aspecto era horrible para mi gusto.Coloque mis manos en mis caderas frunciendo la nariz — Acaso te he pedido compañía — dándole la espalda apoyándome en la barra, escuché un murmullo entre el chico que había hablado nuevamente y otro mucho mas flaco y apestoso, mis ojos dejaron de parpadear cuando escuche que apostaron que estarían conmigo, traté de irme uno de ellos me tomo por el brazo sin pensarlo dos veces le propine una bofetada — No vuelvas a tocarme — le mire entrecerrando los ojos, el otro se acercaba, sin pensarlo dos veces, cerré mi puño y golpee su abdomen con fuerza.

Las cosas habían dado un giro imprevisto, quería pasar un momento en paz, pero claro la felicidad nunca es completa, el ambiente empezaba a ponerse tenso, la mayoría de personas posaban sus ojos, el propio encargado de la barra me miraba con ojos de miedo, volví y tome asiento esta vez inclinando la cabeza.

Todo marchaba tranquilo, no había problema alguno. Era el momento adecuado junto a la melodía adecuada. Era como dejarse arrullar por el sonido del mar, meciéndose de un lado al otro arrullándolo a uno. Tan pronto sus ojos se cerraron, un estruendo se comenzó a colar entre susurros a su mente. Malditos, malditos sean todos pensó; solo tenía en mente el asesinar a cada uno de los involucrados. Tan pronto habían olvidado quien era, y sobre todo, que podía hacer. La música estaba por terminarse justo en el momento en que aquella chica comenzaba a ser amenazada por todo hombre en aquel lugar; y había que ver que todos dentro de aquel sitio lo eran.

Dame fuerzas –Dijo mientras se comenzaba a levantar de su asiento. Tan pronto aquellos sujetos comenzaron a tocar a la chica, este simplemente se alzó, colocando su capucha sobre su cabeza dejando así mirar su verdadera imagen. Era tétrico mirar a la muerte como todos la pintan, tan amenazante como lo era, tan imponente como le conocían. Pero por desgracia, en aquella ciudad la muerte no era más que otro conocido más. Su título no tenía valor alguno, y él lo sabía. Sujeto su katana con fuerza mientras daba unos pasos hacia aquellos sujetos, justo en el instante en que se disponía a propinar un castigo, aquella pelirroja se soltó con uno simples golpes.

Vaya, no pensé que eso fuese a pasar –Dijo con una risa de fondo. Su voz se pudo oír entre aquel griterío que se escuchaba entre los clientes de aquel bar. Parecía que ya todo había acabado. Y fue entonces que lo vio, uno de ellos alzándose de su mesa dispuesto a atacar a la chica con una espada. Tan pronto aquel sujeto se alzó de su asiento, Dead realizo un simple movimiento cortando la cabeza de aquel ser.- Room –Dijo la parca mientras la cabeza de aquel sujeto caía en la mano derecha del pelinegro. Las miradas dentro del bar no se hicieron esperar. Sus gritos de sorpresa se hacían escuchar entre las paredes de aquel sitio, mientras algunos simplemente habían optado por salir corriendo de aquel lugar.- No pierdan la cabeza. No está muerto, simplemente le extirpe lo idiota de un simple corte.

Aquellos continuaron molestándola, lo pensaba bien antes de matar a uno de ellos, delante de la multitud de persona no sería nada agradable ensuciarse las manos, alrededor de tantas personas, ella no era conocida, pero tampoco quería llamar la atención de los demás, una de sus principales virtudes era el sigilo y la discreción, era perfeccionista en cuanto a su trabajo, era experta asesinando, solo le costaría segundos haber acabado con ellos, pero trataba de ignorarlos, tal vez se irían pero estaba equivocada, seguían acosándola.Unos escalofríos recorrieron su cuerpo, estaba a punto de recibir un buen ataque, pero una extraña persona, empezó a encargarse de aquella situación, sus labios estaban cerrados sin mostrar ninguna emoción, cerro los ojos al observar como cortaban la cabeza de aquel extraño.

Ya no era ella, era otra ¿o más bien ahora sí que era ella misma y no un ser débil, asustadizo y cobarde? No le importaba, se sentía libre por primera vez en mucho tiempo y lo sabía. Sus labios oscuros y carnosos se curvaron, sonriendo con arrogancia al contemplar aquella escena, había escondido a ''Abbie Roth'' aquella chica que suele portarse bien, dejando fluir aquel demonio interior que descansaba, La energía se concentraba entorno a ella como las abejas al panal en un aura azuleja. no estaba armada, pero eso no significaba lo peligrosa que ella era, ella podría acabar con el lugar en cuestión de minutos, pero lo pensaba bien y no lo deseaba, La pelirroja miraba a su alrededor, esta vez con gesto serio y con algo parecido a la curiosidad, como si fuera a encontrarse con algo. le gustaba aquello destruir por destruir sin importar las consecuencias…. apretó sus labios tonarse blancos, contemplando la cabeza que tenían aquel extraño en su mano, — No eres una personal normal y corriente — susurró aplaudiendo con sus manos, de algo esta ocurrida de que no había acudido a ella por error — Ah Sido un gran espectáculo — dijo alzando la barbilla colocándose frente a el a una distancia prudente, pasando su lengua por alrededor de sus labios. Le miro desde arriba hacía abajo, su aspecto le hacía sentir atracción, curiosidad ¿Qué hacía el aquí? ¿Quien era?

Tan pronto la gente le miro atónitos, la cabeza comenzó a hablar aun estando separada del cuerpo. Sus gritos eran simplemente ensordecedores, además de tener un tono que hacia helarte la sangre. Sus ojos se posaron sobre los del pelinegro quien, con una sonrisa en su rostro, agito la cabeza de arriba abajo, mientras su sínica risa resonaba sobre las paredes de aquel desgastado bar.- No me mires insecto, no tienes derecho a siquiera abrir ese tremendo culo que tienes por boca –Decía mientras lanzaba la cabeza de arriba abajo.- No pierdas la cabeza chico, pronto te la atornillare a tu cuerpo nuevamente. Aunque creo que sin cabeza te ves mejor. Igual, el cerebro no lo usabas mucho que digamos.

Sabía que quedaba un buen rato antes de que aquella cabeza fuese puesta nuevamente sobre sus hombros, pero en verdad disfrutaba esa parte de su trabajo. Mirar aquellos rostros atónitos, mirar cada rincón de aquel lugar y simplemente hacer sentir a los humanos su mortalidad. Era hora de hacerles ver lo lejos que se encontraban los dioses de aquellos burdos animales subdesarrollados.  De momento, un frio le recorrió la espalda, una intuición de que algo le observaba o bien, alguien. No podía saber qué, pero algo no le agradaba mucho de aquella mirada. Giro su cabeza en dirección a donde su intuición le guiaba, y ahí se encontró con ella, con sus ojos. No me jodas pensaba, lo menos que quería era a una chica que simplemente se quedase ahí, inmóvil. La había visto actuar, había visto como se desenvolvía y en verdad pensó al menos, que al salvarla en aquel instante aquella joven huiría. Pero no fue así.

Tan pronto aquellos carnosos labios emitieron palabra alguna, aquel ser soltó la cabeza, colocándola sobre la mesa. No podía reconocer a la chica, tal vez porque no hacía mucho que había llegado a la ciudad. O tal vez, porque no había querido que nadie la viese. Eso era peor que todo lo demás pues, por lo general, aquellos que evitaban los reflectores eran los más peligrosos. Vaya que si lo sabía él. Coloco la mano sobre la empuñadura de su katana, y sin siquiera despegar la vista de aquella joven, Dead simplemente dio un par de pasos hacia ella.- Soy normal, como todos. Se podría decir que eso soy. Solo alguien más en este infame lugar, alguien que simplemente disfruta de hacer sufrir a la gente… Nada especial.

Un paso más, tal vez, estando cerca podría hacer más de lo que fuese necesario. Sujeto con más fuerza la empuñadura y, dando un giro a su muñeca aquella hoja comenzó a deslizarse entre la funda. No planeaba dejarle margen de escape, en caso de necesitarlo.- Tu ¿Quién eres?... No pareces el tipo de persona que termina siendo víctima de idiotas como estos. Más bien, del tipo de personas que acostumbra causar problemas. No me agradan los problemas, no en mi ciudad.

La gente temía el dolor. No le gustaba sentir aquellas punzadas que trasladaban una vibración profunda, intensa y punzante hacia el cerebro. El cerebro era quien sabía si nos dolía algo, el que se encargaba de que, si ponías tu mano en algo que ardía, inmediatamente tuvieras el impulso de retirarla, el cerebro era, a efectos prácticos, la maquina central de tu cuerpo y el dolor no era mas que una gran campana que se agitaba con fuerza y cuyas ondas golpeaban sin dudar a ese pequeño órgano gris. El dolor era lo único que había conseguido demostrar que seguíamos con vida. Cuando teníamos un accidente y no sabíamos si estábamos vivos o muertos debíamos de pellizcarnos, si nos dolía, todo iba bien. El dolor, como todas las cosas tenían mas formas de ser. Habían dolores agudos, incontenibles y que quemaban en la garganta, dolores incómodos que se ahogaban en la boca. y Para ella el dolor simplemente no existía. Habían cosas raras y raras cosas, pero por norma general todo era tan normal que no merecía ni ser mencionado. Si trataba de analizar a este hombre, no podía encontrar nada normal y eso era a efectos prácticos imposibles. El contraste se notaba ante la mirada que le daba los demás, fría y alerta. Casi desafiante por las posibles actitudes que tomarían por su presencia. Sus ojos recorrían a cada miembro y en particular al extraño que apenas conocía.

Tan pronto la cabeza comenzó a hablar, las personas comenzaban a gritar y a llenarse de miedo, mientras que ella se mantenía en el mismo lugar sin mover ni un dedo, los gritos de agonía que producía endulzaban sus oidos como una hermosa melodía relajante. Todo digno de una persona psicópata sin escrúpulos, sin sentimientos, su corazón era como un cuervo totalmente negro. Sus ojos no se apartaban de la cabeza de alguna manera u otra captaba su atención hacía mucho tiempo no veía una escena como esta y eso estimulaba completamente sus sentidos llenándola de ansiedad y de nueva sensaciones y eso producía que su próxima victima tuviera esta misma suerte. Una sonrisa extravagante no se apartaba del rostro de la pelirroja, parecía que le causaba placer todo lo que estaba sucediendo. incluso llego a su mente llevarse la cabeza como trofeo u colección.

Observó como colocaban la cabeza sobre la mesa, esta vez dejando de poner atención sobre ella, ha perdido totalmente el interés, escucho atentamente sus palabras, pareciera que las ignoraba pero no era así, — ¿Normal? Si claro.. tus gustos son interesantes — le aseguró sin borrar la sonrisa de su rostro, estaba claro, se indentificaba con el, algo que no sucedía en muchos años, que una persona tuviera sus mismos gustos por el sufrimiento y el deseo de muerte, llanto, agonía destrucción.. Su rostro relajado, así como el brillo de sus ojos, no mostraba el miedo que experimentaría una persona corriente, la de una mera ciudadana que era sorprendida entre las sombras que se alzaban en lugares como este. Poseía templanza y seguridad.

Sus pasos la alertaron, no estaba acostumbrada a tener tan de cerca a una persona, pero ignoro aquello acercándose aún mas, colocando sus manos detrás de su espalda — Soy Abbie Roth — pronunció con cierta solemnidad y orgullo. Retiró las gafas que había ocultado sus ojos, No esperaba que la conociese ya que pocos la conocían y la mayoría no vivía para contarlo. — Y no... no suelo ser la victima, al contrario, ellos terminan siendo mis presas — sonríe mientras mueve un mechón de su cabello hacía atrás — No tomes mi presencia como una amenaza, cariño, pues no he venido aquí con intención de hacer daño alguno, mi intención no es agradarle a nadie, ni siquiera a usted — Quiso hacerle saber por si se le ocurría optar por una actitud más defensiva o incluso agresiva.

Tan pronto se acercó hacia él, desenfundo su arma de un simple movimiento dejándola a la vista de todos.- No busco amistad con nadie, así que por mi está bien. Simplemente no te metas en problemas. –Sonrió de lado a lado mientras su mirada se perfilaba en dirección a la pelirroja.- Porque me encantan los problemas Abbie –Mafia, civiles, traficante, comerciante, prostituta (tal vez), no sabía lo que era, pero en verdad no era que le importara demasiado. Solo era su trabajo el mantener el orden en aquel lugar y en donde fuese. Pero sobre todo en aquel lugar, donde las bebidas eran exquisitas para su reseca garganta. Extrovertida, egocéntrica, y manipuladora eran pocos de los calificativos que podría dedicarle a aquella chica, pero en verdad se quedaba corto pues, parecía ser más que ello, tenía toda la pinta de convertirse en una verdadera patada en las pelotas.

Por el momento, date por bien servida. Te acabo de ayudar, al menos podrías darme las gracias maldita –Dio media vuelta mientras de su mano emanaba un aura azul. Sus dedos comenzaban a acercarse al pecho de aquel sujeto mientras la cabeza, aun cercenada comenzaba a gritar de desesperación. No podía hacer nada en contra de ello, no podía más que llorar como un pequeño ante la inminente amenaza a su cuerpo. Aquellos esqueléticos dedos profanaban el pecho del malhechor, hundiéndose poco a poco en su cuerpo. Tan pronto sus dedos habían palpado lo que buscaban, este dio un rápido tirón extirpando su corazón sin ocasionar daño alguno. Él no podía matar a nadie, pero vaya que podía ocasionar algún “accidente”.

Esperaba causar una impresión en aquellos ojos, en aquella chica y ver que sucedía con dichas palabras. Tal vez así podría ver quien era, que es lo que estaba dispuesta a hacer para salirse de aquel sitio. Era momento de presionar. Tanto tiempo en este mundo, desde sus inicios, desde su creación, aquel infernal ente había aprendido que bajo presión, la gente actúa como en verdad es. Solo hacía falta un poco de presión en el momento adecuado, tocar el tema indicado para sí hacer emerger al menos la locura, la ignorancia o la cobardía de todo ser. No conocía ser que se resistiera a aquella táctica mágica, y no creía que ella fuese la excepción. Bueno, era momento de hacer su acto de magia.

Tan pronto lo vieron todos, este lo congelo, manteniéndolo en una especie de recipiente sólido, como un simple exhibidor. Todo había terminado.- Llevare esto a Ace, tal vez él le dé un mejor uso –Dijo mientras se dirigía a la salida. Sabía que aquel corazón podría acabar en las manos de aquel sujeto, aquel capitán tan temido y reconocido por toda sunshine. Y de así serlo, terminaría siendo parte de los expedientes, parte de las amenazas de asesinar al dueño si este no paraba sus fechorías. Era simplemente sorprendente, el terror y poder que poseía aquel humano, era de admirar.

Aquella noche, las puertas de la oscuridad se abrirían para ella como si fuera un ente maravilloso y perfecto. Sabía que algo que le llamaba en la sombra, lo sentía desde hacía muchísimo tiempo. Tanto, que a veces el ahora se le hacía más pasado que otra cosa. ¿Pero que era? Los susurros que venían con el viento hasta mis oídos se desvanecían igual de rápido que lo que ella tardaba en abrir los ojos, había una voz dentro de su subconsciente que era dulce y acariciaba sus oídos. Actualmente las mujeres podíamos ser hasta más poderosas que los hombres por muchas mentes retrógradas que hubiera... El mundo no cambiaba, todo seguía igual y, una parte de su interior se retorcía ante el hecho de ver pudrirse el lugar en el que existía. ¿Cómo podían ser todos tan sumamente ingenuos? ¿Qué deseaba? A veces era tal la angustia de desear saberlo que la propia rabia conseguía dominar todo su maldito corazón hasta hacerlo arder. Arder... Eso quería. Que ardiera todo.

Desde tiempos remotos, la noche es un símbolo de muerte, hasta en la literatura clásica ha sido encaminada por ese término para que, otros autores sepan de que se está hablando. Ni siquiera los más valientes soldados se atrevían a luchar en la noche… La luna, tan inerte, plateada y brillante para llamar nuestra atención sólo a ella, es inevitable verla primero y después, notar las estrellas. ¿Pero no es sencillamente peculiar como la noche puede ser más enigmática?, animales nocturnos salen, y viven una vida en esos ámbitos para su mejor goce. Mientras que los diurnos ignoran esa agitada vida. Por la noche, es donde las personas ejecutan sus planes secretos, y los amantes se encuentran. La noche hacía que su corazón latiera mas rápido.

Sus palabras, tan directas, tan insensibles y, a la vez, delicadas para no sonar demasiado aplastantes ante la mente débil de cualquiera que no fuera yo misma. Mi sonrisa no dudó en volverse un tanto menos maliciosa, más bien era calmada, relajada aunque estuviera en presencia de un hombre desconocido tanto para mis ojos como para mis recuerdos, aunque algo me decía muy en el fondo, que aquello no sería un encuentro dejado en el olvido. Sabía que ese hombre era algo fundamental, lo que no tenía del todo claro, era porqué. El demonio interior, su mente todo había cambiado esta noche, tenía sed de sangre, destrucción.

Observo, con tranquilidad y una sonrisa en su rostro, — Si te gustan los problemas... creo que compartimos ese gusto, aunque yo no los busco, simplemente los encuentro — Sonrío al hombre con algo de cinismo no buscaba tentarlo pero tampoco quería ser un blanco fácil, ella siempre le daba confianza a sus victimas seguridad, siempre se mostraba derrotada, esperando el mejor momento para atacar, calculaba cada movimiento, cada gesto, tomaba en cuenta el mas mínimo detalle para ejecutar. La Electrokinesis era un arte tan peligroso como terrorífico, peligroso en cualquier aspecto, incluso para alguien preparado. — Mis labios nunca pronunciaron la palabra ''Ayuda'' Cielo, si aquel sujeto intentaba matarme pues que mala suerte, total es lo mas seguro en la vida, en el momento mas inesperado llegará, por eso yo vivo mi vida sin miedos disfrutando cada momento pero para que no te ofendes, Gracias eres mi héroe — Susurro, posando sus ojos claros sobre los ajenos, queriendo que recordara para siempre mi respuesta.

Admiraba lo que el sujeto hacía su forma, su estilo, era un nuevo arte para ella, sus ojos se abrieron al ver como extirpaba el corazón del sujeto por un momento sintió un calambre dentro de su cuerpo, observo como se retiraba a la salida, caminando rápidamente en la puerta, no había personas en el lugar habían escapado por lo sucedido — Y... Por que no... pronunció mordiéndose el labio — Me lo regalas me encantaría un trofeo como este — señalo el corazón que llevaba en sus manos esperando una respuesta.

Camino sin siquiera prestar atención a las palabras de aquella mujer. Todos habían huido de aquel lugar, nada se encontraba en aquel sitio más que ella y el mesero. Había hecho estragos en su bar preferido, no podía creerlo. Eran gajes del oficio, nunca estarían conformes todos sin importar cuanto lo intentaba. Aunque, mucho no le preocupaba. Después de todo, él era la muerte. Nadie amaba su compañía, nadie la deseaba. Solo era una noticia amarga que, si bien todo el mundo sabe que algún día llegara, termina por es algo que toma por sorpresa a todos. Nadie debería morir, así él podría hacer su trabajo sin controlarse siquiera. Esperaba que la ciudad no cambiase su carácter, que aquel trabajo no cambiase su forma de actuar. Él estaba solo para disfrutar de la carne fresca, de las alamas recién extirpadas de los cadavéricos entes que se retorcían por todo sunshine. Solo eso quería, solo buscaba el placer de cegar vidas con su ostentosa arma.

Si te gustan los problemas... creo que compartimos ese gusto, aunque yo no los busco, simplemente los encuentro- Sus palabras resonaban como campanas en su cabeza, recordándole lo que era, recordándole lo que podía, lo que significaba su nombre. Su cuerpo se estremeció mientras bajaba la cabeza hacia el suelo mientras una enorme sonrisa se dibuja en su rostro, tan retorcida como dantesca podría llegar a ser. Alzo la mirada echando un vistazo a aquel corazón en su mano y preguntándose, que tanto tiempo podría soportar el seguir sus propias reglas. Él no era ningún cobarde, pero a veces, desearía serlo, serlo y así no seguir mandato alguno. Pero no, él era fuerte, era una muralla imponente ante la penumbra que le asechaba constantemente. Era amigo de las sombras, soberano de la muerte y sobre todo, era un Dios, él era todo. YO SOY YO. Sus ojos se tornaron más intensos, una mirada que desearías no mirar, que desearías no toparte jamás con ella se mostró en su rostro como el mismo infierno se muestra ante los impuros. Como una señal divina de que ha llegado su hora. Abandonad toda esperanza, pues aquí yace la fe. Giro su cabeza de tal manera que sus ojos se toparan con los de ella. Quería verla, quería ver quien era y que era. Quería ser lo que más temía, quería ser lo que más odiaba. Él era y seria siempre el horror de todo, el temor de los vivos. La sombra que recoge las almas cuando el último suspiro es extraído de los cuerpos ya inertes.

Cariño, no tienes por qué temerle a la muerte, haces bien en no hacerlo. –Su cuerpo se giró en torno a ella mientras una risa salía de sus cadavéricos labios. – El miedo no podrá salvarte de ella, no ara que sienta pena por ti, créeme. Yo lo sé - Con la mano que mantenía libre guardo su katana, lentamente sin apresurar nada. Al fin y al cabo, tenía todo el tiempo del mundo. Con la misma mano tomo el arma que se encontraba en su espalda y, sin siquiera tomarse el tiempo para pensarlo, para contemplar lo que podía o no ocurrir, apretó el gatillo disparando una bala en dirección a aquella chica. No podía siquiera pensar en que sucedería, pero tenía una leve sospecha de que. Había dos opciones. Ella recibía la bala y moría, o bien, terminaría herida o bien, podría esquivarla y contraatacar. De cualquier manera el ganaría pues, tenía todo planeado desde el momento en que perdió la cordura por cierto momento, probaría lo que había deducido desde el principio. Era algo extraño que, en sus momentos más esquizofrénicos, su verdadera esencia se hacía presente. Trágico en verdad.- Lo siento preciosa, pero la ley es la ley. No puedo dejar que esto caiga en tus manos primor. Aunque ¿Podría dejar otra cosa en tus manos?